jueves, 24 de diciembre de 2009

Navidad


Estos días no paro. Con las niñas en casa, aprovechando los días libres para limpiar, preparando la cena, envolviendo y escondiendo regalos. Y mi cabeza tampoco para. No deja de ir una y otra vez a los centros de acogida. Imagino una y otra vez la mirada de cientos, miles de niños que no conozco, pero que despiertan en mí sentimientos de pena y ternura.
¿Cómo será la Navidad para ellos? ¿Cómo se sentirán, fuera del calor de un hogar? Seguro que tienen regalos, y una cena rica. Seguro que las personas que les cuidan, tratan de hacerles sentir bien. Pero su casa no deja de ser una institución y esas personas, profesionales que cobran por hacer un trabajo.
Y estos días, en los que la tele nos bombardea imágenes de felicidad, de familia, de niños amados, no puedo ni imaginarme qué pasa por sus cabezas.
Muchos de esos niños no han conocido aún la felicidad. Vienen de hogares destruídos, han pasado por situaciones de abusos y maltratos. Y estos días, su pena pesará más que de costumbre.

Ojalá las Navidades próximas, un montón de niños puedan pasar las Fiestas con su nueva familia. Ojalá una de esas familias seamos nosotros.

Felices Fiestas.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Quiero pensar...



Quiero pensar que has nacido en un nido feliz. Quiero creer que has sido un niño deseado, buscado y esperado. Que te recibieron con los brazos abiertos, a pesar de las circunstancias. Que has conocido el sabor de los besos, el calor de los abrazos. Que tu madre sintió cómo se rompía su alma cuando tuvo que separarse de tí. Que no fue culpa suya, que quiere luchar por recuperarte.
Quiero pensar que nunca te han dejado llorar, más aún, que nunca te han hecho llorar. Que los que más han de quererte, jamás te han hecho daño.
Que con el tiempo, sonará en tu cabeza, y en tu corazón, aquella nana que escuchaste en tus primeros días.
Quiero pensar eso, porque pensar lo contrario me desgarra. Porque me da miedo que mis brazos no sean suficiente para curar tus heridas, que mis besos no sean suficiente para calmar tu dolor. Que mis nanas no logren acallar tus terrores.

sábado, 12 de diciembre de 2009

El valor de una palabra



Hace unos días, en una reunión de padres de acogida (no sé si me gusta mucho este término, creo que desde ahora lo sustituiré por el de padres acogedores), una mujer relataba su experiencia. Su hija de acogida, que llegó a su hogar con 11 años, le preguntó un día, al poco de llegar, cómo debía llamarla. La mujer, prudentemente, le dijo que podía llamarle por su nombre o, si le apetecía, podía llamarle mamá... La niña se lo pensó un momento y dijo: "Te llamaré mamá. Porque ser mamá no es tener un hijo. Ser mamá es lo que haces tú: cuidarme, quererme, acompañarme..."
Cuando llega un bb a nuestras vidas, tarde o temprano nos llama mamá. Porque así es como piensa que nos llamamos. Luego descubre que además de mamá, cada una de nosotras tenemos otro nombre.
Pero cuando llega un niño más mayor, que además frecuentemente sigue teniendo contacto con su madre biológica, y decide, voluntariamente, llamar mamá a su madre acogedora, la palabra se convierte en un tesoro, en un regalo, y todo su significado, toda su historia, sale de nuevo al exterior. Deja de ser un nombre, para convertirse en un título. Pasa de ser una palabra común, dicha y escuchada sin pensar, a ser una palabra plena.
Porque en esa palabra tan sencilla, en tan pocas letras, está la fuerza de la vida, del sacrificio. Es valentía y delicadeza, ternura y coraje, y es, sobre todo, amor.

martes, 8 de diciembre de 2009

Hermanos de acogida


Cuando mi marido y yo decidimos acoger, sopesamos todos los pros y los contras, hablamos de nuestras dudas, de nuestros miedos. También, por supuesto, de nuestros sueños e ilusiones. Pudimos comentar todo ello con el equipo de psicólogos que se encarga de elaborar los informes de idoneidad. Y entonces, nos decidimos.
Nuestras hijas, cuando les comentamos la posibilidad de acoger a un niño, simplemente dijeron: "¿Cúando viene?". Ya está. Sin dudar, sin cuestionar.
Mis niñas valientes. Mis niñas generosas.

Sí, los padres de acogida tenemos mucho mérito. Pero no tanto como los hermanos de acogida, que abren sus brazos de par en par a un extraño, y comparten con él lo que más quieren en este mundo: sus papás.

Gracias, hijas, por permitirme ser madre de nuevo.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Porque no todo es color de rosa

Cuando uno acoge a un menor, acoge también su historia, el microuniverso donde ha nacido y crecido. Acoge una mochila llena de cargas emocionales, de lagunas, de necesidades, de desconfianzas.
Y uno cree (lo dijo John Lennon, ¿cómo no creerlo?) que el amor es la respuesta.
Y ama, y besa, abraza y achucha a ese pequeño que a veces no acepta nuestro amor, nuestros besos, ni nuestros achuchones.
Y entonces uno se desespera. ¿cómo puede comportarse así, con todo lo que le quiero?
Sencillamente, porque si el amor es la respuesta, a un menor a veces le es difícil hacerse la pregunta. Si uno está acostumbrado a que no le quieran, termina pensando que es porque no lo merece. ¿Para qué perder el tiempo? Cuanto peor se porte, antes se darán cuenta de que no vale la pena quererle... !Que triste para un niño pensar así!
Todos los niños necesitan amor, en cualquier circunstancia. Pero sobre todo, necesitan que les digan "estoy aquí, a tu lado, siempre, sin condiciones".
Hay una frase que tengo siempre en mi mente. Me es útil en esos momentos en los que mis hijas me inspiran de todo menos cariño: "Quiéreme cuando menos lo merezca. Seguramente será cuando más lo necesito".

Os dejo el enlace a un estudio realizado por la Dra. Bárbara Torres, profesora de Psicología de la UPV. Habla de las dificultades que se pueden encontrar los padres de menores acogidos, de cómo influye no sólo la vivencia del niño, sino también el estilo mental de apego que tiene la madre de acogida.
Realmente interesante.


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viernes, 4 de diciembre de 2009

La pregunta del millón...

"...y una mujer que estrecha una criatura contra su seno se acercó y dijo: Háblanos de los hijos. Y El respondió:

“Vuestros hijos no son vuestros hijos. Son los hijos y las hijas del anhelo de la Vida, ansiosa por perpetuarse. Por medio de vosotros se conciben, mas no de vosotros. Y aunque estén a vuestro lado, no os pertenecen.

Podéis darles vuestro amor; no vuestros pensamientos: porque ellos tienen sus propios pensamientos.

Podéis albergar sus cuerpos, no sus almas: porque sus almas habitan en la casa del futuro, cerrada para vosotros, cerrada incluso para vuestros sueños.

Podéis esforzaros por ser como ellos, mas no tratéis de hacerlos como vosotros: porque la vida no retrocede ni se detiene en el ayer.

Sois el arco desde el que vuestros hijos son disparados como flechas vivientes hacia lo lejos.

El Arquero es quien ve el blanco en el camino del infinito, y quien os doblega con Su Poder para que Su flecha vaya rauda y lejos. Dejad que vuestra tensión en manos del Arquero se moldee alegremente. Porque así como El ama la flecha que vuela, así ama también el arco que se tensa”.

Gibran Jalil Gigran



Aún no hemos dicho nada del tema de la acogida a familiares ni amigos cercanos. ¿La razón? pereza.
Nos da pereza tener que aguantar mil y una pregunta sin sentido, mil y un comentarios hechos sin malicia, pero que igualmente hacen daño.
-No, no estamos locos.
-No, no nos aburrimos.
-Si, estamos seguros de lo que vamos a hacer.
-Si, estamos convencidos de que le vamos a querer como a nuestras hijas.
-Si pensáramos que nuestras hijas iban a sufrir, no lo haríamos.
-...

Pero si hay una pregunta estrella es la de ¿Y si os lo quitan?
Esta es la pregunta a la que se tienen que enfrentar todas las personas que deciden acoger a un niño en su casa. Acoger. No comprar, no poseer. Acoger, ofrecer, entregar.
Los niños no se poseen. Ni siquiera los que han nacido de nuestro seno. Son nuestra vida, pero llegará un día en que nosotros dejemos de ser la suya.

El objetivo del acogimiento familiar es permitir que los niños vivan en un ambiente familiar, no institucionalizado, mientras sus padres biológicos resuelven sus problemas. La realidad, es que pocos padres lo consiguen, y el acogimiento se perpetúa en el tiempo, pero uno siempre tiene que tener esa posibilidad presente. Un niño, siempre que sea posible, debe crecer con sus padres. Y los padres de acogida deben prepararse para elaborar un posible duelo por ese niño.

Por lo tanto, no te lo quitan, puesto que nunca te lo dan.