No es fácil la espera.
En realidad no sé si lo difícil es la espera o la incertidumbre.
No saber, no tener noticia.
Los meses pasan, y los ánimos flaquean. ¿Por qué tardan tanto? ¿Por qué siguen tantos niños en los centros de acogida, y tantas familias en espera?
¿Qué burocracia absurda impide que mi hijo y yo nos conozcamos?
Hay días que tiraría la toalla.
Pero no, no voy a hacerlo. Porque sé que mi hijo está esperando. Porque el vínculo ya se está creando, a través de la espera mutua.
Porque si yo me dejo vencer por la desesperanza, las esperanzas de ese niño disminuyen.
Si, seguiré esperando. Porque una buena madre espera. Siempre espera.
¡Ánimo, ánimo, ánimo! Poco más te puedo decir porque pienso como tú: es absurdo.
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