jueves, 7 de enero de 2010

Ponerse en la piel de otros



Hace unos días, salió en la tele un hombre desesperado. Su mujer no trabajaba, y él, después de toda una vida trabajando en la construcción, se había quedado en paro. Habían agotado el subsidio por desempleo y la ayuda social. Debían más de un año de alquiler. Y se veían en la calle.
Y si se quedaban en la calle, sus hijos iban a ir a parar a un centro de acogida ¡Qué dolor el de ese hombre! ¡Qué desesperación!

Y yo, que llevo ya un año largo esperando una llamada, haciendo sitio en nuestro nido para uno de esos niños, me puse en la piel de ese hombre...

¿Y si, de repente, la vida nos da un revés y nos vemos en la calle? ¿Y si viene alguien un día y me dice que como no puedo hacerme cargo de mis hijas, se las llevan?

No puedo imaginar cómo debe sentirse ese hombre, pero debe ser lo más parecido a la locura.

Creo que es vital respetar a los padres biológicos de los niños de acogida. Tratar de entender su historia, leer entre líneas. Escuchar, observar, más que con los ojos, con el corazón. Intentar ponerse en su piel.

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